Mi abuelo Antón, el gran abuelo Antón de manos calientes, callosas y fuertes que me lanzaba por los aires como si fuera un gorrión, se va. Cada día se va un poquito más. Lleva ya varios meses que no me reconoce. Cada vez que voy a verlo me llama Pilar, creyendo que soy mi abuela. Él me confunde porque esa maldita enfermedad le está dejando el cerebro como un queso gruyere.
Primera novela de Sandra Araguás en la que nos habla de la Bolsa de Bielsa y los olvidados de la guerra civil.